Prácticamente todas las personas en la Tierra memorizamos una enorme cantidad de datos inútiles. Y es que somos muy hábiles para esto (aunque no tanto como las computadoras), pero en ciertas culturas recordar algunos datos se considera «más inteligente» que recordar otros. ¿Podremos utilizar esta habilidad para ocultar nuestra falta de materia gris? ¿Cómo parecer inteligentes sin realmente serlo?
En nuestra cultura occidentalizada, tener datos concretos sobre deportes, farándula o autos puede hacerte parecer menos inteligente que si los datos que recordás son sobre literatura o ciencias exactas.
Puede ser que tengas un verdadero entendimiento sobre Shakespeare o química, y que realmente seas inteligente, desde ciertos puntos de vista. Lo mismo sucede si tenés un entendimiento profundo sobre la mecánica aplicada al fútbol o a los motores. En general, un dato concreto, memorizado y sin un análisis extensivo, es tan útil (o inútil) como cualquier otro dato.
Pero entonces entran en juego nuestros prejuicios culturales. Cuando empiezo a escupir datos literarios espero que los demas asuman que estuve leyendo; y leer siempre ha sido el hobbie típico de una persona «inteligente». Esto generalmente funciona muy bien. Funciona incluso cuando no tengo la menor idea de lo estoy diciendo. Es una buena estrategia, y es más eficiente que hacer un trabajo intelectual real.
El riesgo: encontrarte con alguien que sí ha leido, y que con un par de preguntas te va a descubrir. Pero la mayoría de los pseudo-inteligentes sabemos ponernos en contexto y nos satisfacemos con simplemente parecer más inteligentes que la mayoría de los que están en la misma habitación que nosotros en un momento dado.
Cómo parecer inteligente en la vida cotidiana
Un que funciona muy bien es leer el diario todos los días. Si no tenés ganas de leer el diario podés simplificarlo mirando algún noticiero. Estar informado no necesariamente tiene que ver con ser inteligente, pero de manera inconsciente significa que estás bien preparado y alerta ante las cosas que suceden a tu alrededor. Aunque lo único que hayas hecho sea mirar media hora de televisión, memorizar un par de datos y escupirlos en el momento indicado.
Citar a personas inteligentes es otra técnica que funciona muy bien a la hora de parecer interesante tanto como parecer inteligente. Sin leer siquiera una obra, puedo googlear «citas de Oscar Wilde», memorizar dos o tres, e interrumpir cualquier conversación con un «Como dijo una vez Oscar Wilde…».
Si escuchás alguna historia o noticia y tenés algun pensamiento original y coherente para aportar, estás siendo genuinamente inteligente. Pero no hay necesidad de eso, ya que siempre podrás buscar resúmenes y conclusiones de lo que otros han leido. Y si podés encontrar las que suenan más inteligentes, mucho mejor.
Ni siquiera hace falta incurrir en el plagio. Podés citar al autor original diciendo algo como: «El otro día leí sobre esto en el Washington Post, y según la opinión de Bill Moyers lo que pasó fue tal y tal cosa». Cualquiera que esté escuchando pensará que sos inteligente.
Sumás cien puntos más si elegís hablar de política. Cualquier otro tema es menos efectivo. Si estuviste leyendo la columna deportiva de Victor Hugo Morales, quizás no parezcas tan inteligente como esa vez que leíste sobre la situación en Medio Oriente, aunque realmente le dedicaste la misma (mínima) cantidad de tiempo y esfuerzo mental.
Ahora que sabemos cómo parecer inteligentes, solo falta salir a probarlo. Y si nada de esto funciona, te puedo recomendar una gran lectura del académico francés Pierre Bayard: Cómo hablar de los libros que no se han leido. El autor nos ofrece una gran cantidad de recursos que podemos utilizar, entre ellos comentar obviedades, inventar pasajes, atmósferas, personajes, o leer salteando líneas y párrafos completos. Este libro no fracasa en absoluto con cumplir su objetivo, y es una obra infaltable en nuestra biblioteca. De más está decir que yo no lo he leído.
Y vos, ¿en qué situaciones hubieras querido parecer inteligente?
Artículo original por Marcus Geduld