Winston vive en un mundo total y totalitario donde su trabajo es reescribir artículos periodísticos para apoyar la propaganda política actual. No tiene alegría ni amor. Su mundo es sucio, reglamentado y cruelmente violento. Sus conversaciones con otras personas son comentarios funcionales o rituales de lealtad a Big Brother y la fiesta. Armado con vigilancia ubicua y herramientas para adoctrinar la población de la cuna, la fiesta parece controlar todo. Pero no controlan los pensamientos de Winston, y en secreto comienza a rebelarse.
Él escribe un diario, compra restos antiguos del pasado olvidado, forma un romance ilícito y comienza a tratar de recordar y cuestionar qué es real. Él sabe que si es atrapado, será torturado y finalmente «vaporizado», pero una vez que haya comenzado no puede detenerse. Estos pequeños gestos de autoexpresión, pensamientos, su mundo los llama, son adictivos, y Winston busca desesperadamente cualquier pista que sea posible que la rebelión organizada contra la fiesta sea posible. Anhela existir, no como un dron sin sentido, sino como un individuo. Pero, ¿qué posibilidades tiene en una pesadilla de control social tan completa que no solo suprime la libertad de expresión, sino que suprime el pensamiento libre?
Al final, lo más escalofriante sobre el control social en el mundo de Winston es su objetivo. Mientras que Animal Farm trataba sobre un ciclo de revolución y corrupción, 1984 imagina que se han establecido mecanismos sociales complejos para detener ese ciclo detectando, conteniendo y eliminando la disidencia. El sistema es tan 'justo' que nadie está a cargo. Es el control social por sí mismo. La gente en 1984 trabaja febrilmente entre sí para mantener el status quo, que es «una bota que estampa en una cara humana, para siempre».
Escrito a fines de la década de 1940 y aparentemente ambientado en un mundo del entonces futuro, 1984 no ha salido a pesar de su título. La sociedad se evoca de una manera que evite confiar en las referencias contemporáneas, y la prosa es engañosamente simple. El método final del partido para destruir el pensamiento poco ortodoxo es limitar el lenguaje en sí mismo, y Orwell se deleita en los verbos y sustantivos viscerales que la fiesta elimina. Para mí, lo más fascinante de 1984 es la forma en que nos muestra cuán dependientes somos en el lenguaje para nuestra memoria y comprensión colectiva, y el poder del lenguaje para empoderar. 1984 nos dio un nuevo vocabulario para identificar y resistir el control político de la información, con términos como la policía de pensamiento, el hermano mayor, el doblete y el delito de pensamiento.
1984 no es solo un clásico de ficción distópica, sino una de las obras de ficción más influyentes jamás escritas.